La policía de la provincia de Buenos Aires se subleva para exigir un aumento de sueldo

09-09-2020 Buenos Aires: Efectivos de la policía bonaerense realizan una manifestación en Puente 12, partido de la Matanza, bajo un reclamo de mejora salarial. Foto: Analia Garelli/aa
La Policía Bonaerense se ha sublevado. En plena crisis económica y sanitaria, con la provincia sometida a una cuarentena severa, los agentes llevan tres días reclamando un aumento salarial cercano al 60% y el derecho a sindicarse. El miércoles decidieron elevar la tensión y rodear la residencia presidencial de Olivos, lo que provocó el rechazo tanto del Gobierno como de la oposición. La policía de la provincia de Buenos Aires es una fuerza numerosa, con unos 130.000 miembros (90.000 de ellos en ejercicio), y mal pagada: los salarios básicos no llegan los 40.000 pesos, equivalentes a 400 dólares al cambio oficial y a 307 al cambio real.
Al gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, se le desparraman los problemas. Además de gestionar una provincia superpoblada y con altos índices de pobreza, principal foco de la pandemia en Argentina, de no saber qué hacer ante las ocupaciones de terrenos por parte de familias desesperadas (y de grupos más o menos mafiosos) y de encontrarse en plena renegociación de la deuda, tiene que hacer frente ahora a una sublevación difícil de controlar porque no hay líderes ni estructuras representativas.
Tanto él como su ministro de Seguridad, Sergio Berni, son criticados desde el gobierno nacional por no haber sabido prever que la policía estaba a punto de entrar en ebullición. Kicillof y Berni, dos fieles de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, atraviesan el peor momento desde que asumieron sus cargos en diciembre pasado.
De Berni se quejan también los intendentes peronistas de la provincia, hartos de su afán de protagonismo y de su estilo autoritario. Enfrentado a la ministra de Seguridad del gobierno nacional, Sabina Frederic, y no especialmente cercano al presidente Alberto Fernández, Sergio Berni podría ser la víctima ideal si se decidiera que alguien tiene que pagar por el estropicio de la policía.